Prefiero que me duela a que me traspase, que me haga daño a que me ignore. Prefiero sentir.
Prefiero un gato a un perro. Porque el gato te araña, es infiel, te ignora, se escapa, pero sabes que, a pesar de todo, no podría vivir sin ti. En cambio, el perro es tonto, no sabe nada, te obedece hasta el absurdo. Prefiero las mujeres gato a las mujeres perro, por las mismas razones.
Prefiero experimentar las cosas, aunque me hagan mal. Prefiero probarlo todo a morirme sin saber lo que me gusta.
Y, más que nada, prefiero la vida que dan sus besos de caramelo y la suave caricia de su piel caliente.
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